miércoles, 23 de diciembre de 2009

Se acabó el año

Hijita preciosa,

Sólo falta ya una semana para fin de año. El 2009 se ha pasado volando, y viene el 2010 con muchas expectativas y planes que dejo en manos de Papá Dios, que sabrá al final mucho mejor que yo cuán buenos son para nosotros. Claro que me gustaría que Su voluntad coincida con la mía, pero ya veremos qué es lo que Él nos depara.

Finalmente, luego de un poquito más de un año, salió tu primer diente. Por allí alguna vez me dijeron que no hay coincidencias sino "Diosidencias", pero la cosa es que tu primer diente surgió exactamente un año después de tu bautizo, el 13 de diciembre pasado. Otros niños de tu edad ya tenían dientes, lo que nos hizo consultar en algunas ocasiones a tu doctor, pero él nos dijo que el proceso era absolutamente normal. Ya luego tu abuelita Amanda nos contó que a mi y a tus tíos Christian y Roberto también nos demoró en salir la dentadura, y que no nos preocupáramos porque eso quería decir que tendrías buena dentadura. Ojalá sea verdad.

Por otro lado, tu mamita no cabe en sí de contenta desde que comenzaste a darle besos. Claro, no son besitos como tales, sino que abres la boca muy grande, como si quisieras comértela, y la pegas en su mejilla. Pero ella y yo estamos felices por esa muestra de afecto tuya aunque nos quede babita en la mejilla. ¿No se nota que somos dichosos contigo, no?

Ya aprendiste además a pedir "pan" y "parque". Te gusta comer (eso es de parte mía) y salir (eso es de tu mamá). Es toda una experiencia sacarte a pasear al parque que tenemos a media cuadra del departamento, porque te encanta caminar con nuestra ayuda en el césped y sentir cómo crujen las hojas secas bajo tus pies y tener muy cerca a las palomas, que se aglomeran alrededor del centro en busca de comida, sobre todo cuando alguien les comienza a arrojar migas. Claro, tu mamita y yo nos reímos porque cuando las ves todas juntas o muy cerca a ti las señalas, nos miras y dices "¡guau guau!", seguida de una corrección de tu mamita o mía: "no mi amor, no son perros, son palomas". Cabe mencionar que nosotros te hemos enseñado a decir "perro" (es más, lo dices claramente cuando quieres) pero tal vez por haberlo asociado a su voz ("Alessia, ¿cómo hace el perro? guau, guau") es la imitación del ladrido lo que tienes más a flor de labios.

No sabes el gusto que nos ha dado a tu mamita y a mi estos días cuando hemos descubierto que ya has aprendido a encajar piezas. Tus tíos y tu abuelita Elba se han encargado de regalarte juguetes, especialmente aquellos que encajan (Lego y similares). Tal vez por vernos cuando te enseñamos a armar torres o a juntar las piezas descubriste que no era tan difícil y decidiste hacerlo por tu cuenta. Hablando de eso, te contaré que es imposible que veas una torre de piezas y la mantengas intacta. A veces, cuando estás jugando, estoy armando una torre con piezas a tu lado, y cuando junto unas seis o siete, te digo "Ale, mira, la torre". Dejas de prestar atención a lo que estás haciendo, miras la torre, estiras la mano y zas... un sacudón a la pila de piezas acaba con la corta existencia de la torre.

A inicios de este mes estuvimos también en el pediatra, que te midió (por primera vez de pie y no echada en la camilla para bebés) y te pesó. Resulta que tienes 82 cm y pesas 11.8 kg, lo que en sus propias palabras es "un muy buen aumento de peso". Tranquila, no quiere decir que estés gorda, sino alta y con muy buen desarrollo.

Creo haberte contado hace algún tiempo que parecía que ibas ya a caminar saltándote la etapa del gateo. Tu mamita estaba algo preocupada por eso, pero cualquier preocupación al respecto ya se disipó: ahora gateas, gateas y gateas por todos lados; sólo te falta hacerlo por el techo. No digo que te falta por las paredes porque da la impresión que lo hicieras cuando te agarras de una columna o de un mueble para hacer tus ensayos de ponerte de pie. Aún no logras mantener el equilibrio sola, pero ya dentro de muy poco podré verte de pie y moviéndote hacia donde tú quieras. Eso será todo un motivo de alegría pero también una razón para ponerte más atención, porque tus andanzas de exploración se multiplicarán y tendrémos que estar pendientes para que nada malo te ocurra.

Este mes hemos tenido tres matrimonios en tres fines de semana consecutivos. Sólo fuimos a dos, el primero y el último (al segundo no fuimos porque estabas muy incómoda y llorosa; no entendíamos por qué era tanto así, hasta que al día siguiente nos percatamos del asunto de tu primer diente, que hizo a tu mamita saltar de emoción cuando lo descubrió). Bueno, la cosa es que en las dos fiestas fuiste la sensación. Entraste y saludaste a todo el mundo moviendo la mano en vertical, al estilo de una participante de un concurso de belleza. Gracias a Dios y al trabajo sobre todo de tu mamita, eres una niña muy sociable. Debe ser también por lo querida que eres por toda la familia.

Tengo que quejarme de que, por algún motivo, cada amiga nuestra que tiene un hijo de más o menos tu edad ya habla de que él va a ser "tu novio". Y siempre mi respuesta es la misma: me quedo callado, levanto la ceja derecha y digo "en el convento no se pueden tener novios" (también en algún momento he dicho "no se va a poder, ya le reservé una plaza en un monasterio tibetano en lo más recóndito del Himalaya"). ¿Seré celoso? no sé. Me queda el orgullo de que me digan que mi hija es linda.

Te quiero, monjita linda (ya, es broma).

Tu papá.

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martes, 17 de noviembre de 2009

El día 1-1-1-1

Querida hijita,

Hoy, sin querer, me di cuenta que es un día curioso para ti. A través de un contador que puse en el blog -y del que no sé si para cuando leas esta carta aún estará- me percaté que hoy, 17 de diciembre, tienes 1 año, 1 mes, 1 semana y 1 día de nacida.

Bueno, no es que sea una cosa trascendente, pero me pareció curiosa.

Esta última semana le diste por primera vez un beso a tu mamita. Siempre ella te decía "dame un beso" y te acercaba a su mejilla, y tú abrías la boca y le dabas el beso más húmedo y más cariñoso del mundo. Pero esta vez estiraste un poco los labios y le diste un besito que la emocionó y de paso me alegró, porque a pesar que fue "papá" tu primera palabra, y yo estaba feliz por eso, quería que hicieras alguna cosa nueva sólo para ella.

Pero no fue lo único con lo que nos sorprendiste estos últimos días. Al mismo tiempo que estás dando tus primeros pasos, te ha dado también por gatear. Y hace dos o tres días, cuando estabas jugando junto al comedor, en un ambiente que hemos acondicionado para ti con pisos de colores y juguetes, gateaste hasta una silla, te agarraste de ella (tu mamita se percató y agarró el respaldar para que no se te fuera encima), te arrodillaste y, mirando hacia arriba, te impulsaste y te paraste... ¡sola! ya antes lo habías hecho en la cama encaramándote en tu mamita o en mí, pero era la primera vez que lo hacías con un objeto en la sala.

Ya empezó, por tanto, nuestra etapa de cuidarte de todos los peligros. Hemos comenzado a tapar los tomacorrientes y a colocar temporalmente en las columnas que sobresalen de la pared los pisos de colores, que son blandos, para que si te golpeas contra ellas no te hagas daño. ¿Qué será de nosotros cuando empieces a caminar sola y a correr? no voy a poder acolchar el mundo entero, así que sólo me quedará rezar para que cada caída no te haga mucho daño y que te sirva para aprender cómo hacer las cosas mejor y cómo levantarte más rápido.

Hoy tus abuelitos Amanda y Manolo ya no están en la casa en la que vivimos desde hace muchos años. Se han mudado a otra zona, a un departamento, con miras a lo que se viene dentro de poco: tu tío Christian ya planea casarse con tu tía Tatiana, así que quedarán en casa sólo ellos y tu tío Roberto (que, a todo esto, bromea diciendo que dentro de algunos años le vas a presentar a tus amigas para ir a discotecas). Por tanto, la siguiente vez que los visitemos será en un ambiente totalmente nuevo, incluso para mí, que no conozco el lugar.

La de hoy será una carta chiquita. Por ahí me dijeron que es mejor escribir poquito frecuentemente que muy largo raramente, así que intentaré -de nuevo- contarte más cosas más seguido.

Te quiero mucho, hijita de mi corazón.

Tu papá.
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viernes, 30 de octubre de 2009

Primera noche sin levantarnos

Mi Alessita,

Sólo una nota chiquita para contarte que anoche ha sido la primera vez que has dormido casi de corrido durante toda la noche. Te quedaste dormida un poco después de las diez de la noche, te despertaste -como siempre- pasadas las doce y luego un rato después, y de allí... ¡no despertaste hasta casi las seis de la mañana! ha sido la primera vez en poco más de un año que tu mamita y yo hemos dormido casi cinco horas seguidas. ¿Seguirás así las noches siguientes? ojalá. Ya me ha pasado varias veces que me he quedado dormido en el sillón de la oficina mientras tenía los ojos fijos en la pantalla de la computadora, y no es algo que quisiera que se vuelva a repetir.

(Hay quien dice "¡oye, pero tú descansa, deja que de eso se encargue tu mujer, tú tienes que trabajar al día siguiente!". No estoy de acuerdo. Tu mamita también trabaja, igual o más arduamente que yo, para que estés tan sana como estás. Y tú también eres hija mía, eres mi responsabilidad y mi adoración junto con tu mamita, así que tengo el deber/derecho de compartir ese "trabajo").

Aprovecho para contarte otras cosas: has agarrado la costumbre de, cuando te tengo cargada, sacarme los anteojos. Como aún no mides tu fuerza y no quiero quedarme sin lentes, los tomo de tus manos y me los pongo sobre la cabeza. Y cuando me ves los lentes allí arriba, no sé por qué, te pones china de risa, me miras y dices "¡tatatata!". Y como yo no soy capaz de aguantarme cuando me haces así, te termino abrazando fuerte y besando en la frente o en la mejilla. Ya te lo dije antes, soy meloso, qué le voy a hacer.

Ahora que ya estás dando tus primeros pasos (¡qué rápido pasa el tiempo!), los estás dando con unos zapatos que te regaló tu abu Amanda. Tienes hasta ahora tres pares: uno azul oscuro, uno blanco y otro rosado opaco con beige, los tres de cuero. ¡Son muy bonitos! cuando los tienes puestos, se nota que sientes la diferencia entre ponerte de pie descalza (o con medias) y con zapatos. Cuando estás con estos últimos, se te ve más segura para desplazarte y hasta para bailar (porque ahora ya no sólo mueves los brazos, también flexionas las piernas rápidamente subiendo y bajando, como haciendo sentadillas). Quienes también sienten la diferencia son nuestras espaldas... la columna de mamita y mía por ratos ya no dan más. Pero cuando te vemos feliz poniéndote de pie mientras te agarras de mi camisa o de la blusa de tu mamita, el dolor se mitiga. Nos hace muy felices el verte crecer sana, fuerte y buena.

Te cuento también que tu abuelita Elba ya nos está pidiendo que te demos un hermanito. Nosotros estamos de acuerdo, pero todavía en algunos meses más: si vieras lo cansada que está tu mamita por estar pendiente de ti las 24 horas del día, estarías de acuerdo conmigo en darle un tiempo de respiro. Aunque debo decir que ella también está ansiosa porque tengamos otro niño o niña. Eso sí: tu abuelita Elba quiere que tengamos un niño; a tu mamita y a mi nos da igual, aunque tengo que confesar que a mi me gustaría que fuera una hermanita. No sé, tal vez quiero ser el "rey" de la casa. ¿Y qué nombre tendría? huy, empezamos el trámite de nuevo...

Este fin de semana termina octubre y unos amigos nos han avisado de una fiestita de Halloween para niños en un club cerca a donde vivíamos antes. Tu mamita está pensando en tu disfraz; el año pasado, aunque no te disfrazó por completo porque eras muy pequeñita, te puso unas antenitas y un delantal de abejita. Vamos a ver qué se le ocurre este año; conociéndola, tu disfraz será toda una sensación (algún día te contaré cuando hace tres o cuatro años me hizo disfrazarme de Julio César y ella fue de Cleopatra para una fiesta. Espero que NUNCA se repita). Ya te tomaré algunas fotos.

Te escribo luego. Te adoro, hijita linda.

Papá.
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martes, 27 de octubre de 2009

Un año después

Querida hijita,

Qué difícil es mantener mi palabra. Siempre te digo que voy a escribirte más seguido y fallo. Espero que Dios permita que sólo te falle en esto, que al fin y al cabo es sólo un registro de las cosas que te van pasando y que voy escribiendo para que algún día sepas todo lo que pasó incluso un poco antes que nacieras (incluso antes que tu mamita te tuviera en la pancita). Para lo más importante, estar a tu lado siempre, ruego al Señor que me permita estar siempre a tu lado.

Parece que fuera ayer cuando tu mamita y yo supimos que venías, y hace un poco más de dos semanas celebramos un año de tenerte en nuestros brazos. Vemos ahora las fotos que son de hace apenas algunos meses y nos pareces tan cambiada, tan crecida... tu mamita ya me está diciendo que a veces te mira y te imagina ya más grande, sin poder cargarte, y le da un poco de pena. Yo le he dicho que sí, que tenemos que aprovechar ahora todo lo que podamos para tenerte en brazos y apapacharte, pero que luego se vienen más etapas, y que cada una tiene su propio encanto. Mira esta foto que tomé en la casa de tu bisabuelita Amanda, donde celebramos tu primer cumpleaños:

Perdóname que sea papá chocho, pero esta foto me encanta. Refleja todo el cariño que tu mamita y yo te tenemos, y lo contenta que estás. Ella y yo daremos nuestra vida para que tú seas feliz -y si Papá Dios lo permite, tu hermanito(a) también.

Anoche tuvimos un rato difícil. Te despertaste exactamente 3:55 de la madrugada (lo recuerdo porque antes de levantarme le eché una mirada a mi reloj) y te pusiste a llorar a gritos porque querías que te cargáramos. Mejor dicho, eso fue lo que creí. Tu mamita, que tiene más experiencia que yo con esto por estar permanentemente contigo, descubrió luego que había sido porque tenías frío. Te abrigó, te dio de lactar y después de un rato, te quedaste dormida nuevamente. Eso, claro, luego que yo había estado intentando hacerte dormir por 25 minutos, paseándome de un lado al otro del cuarto mientras llorabas y dormías por intervalos. Te adoramos, pero no sabes las ganas que tenemos que duermas de corrido pronto.

Ya está aumentando la temperatura, pero estos días Lima ha estado fría. Y ello trajo consecuencias: primero caíste tú resfriada (tu segundo resfrío) y luego yo. Tu mamita, aunque se estuvo sintiendo mal, manejó mejor que yo su ambiente y lo que tomaba (limonadas calientes, por ejemplo) y hasta ahora no se ha visto muy afectada. Ojalá que siga así.

Hace poco tuviste tu última cita con el doctor antes de cumplir tu primer año. No sé qué te ha pasado, pero últimamente, a pesar que llegas del mejor ánimo al consultorio, basta que tu mamita o yo intentemos ponerte en la balanza del doctor o en la mesa acolchada que tiene para examinarte para que no sólo estalles en llanto, sino que armes un escándalo capaz de atraer a la policía. Yo supongo que debes haber asociado el que te echemos allí con el pinchazo de las vacunas, pero en realidad no tengo certeza de eso. En medio de todo el alboroto que armaste, y a pesar que no dejabas de moverte para soltarte, el doctor logró tomarte algunas medidas (que tu mamita sospecha podrían ser erróneas, por la forma cómo tratabas de zafarte a gritos, manotazos y patadas de la mesa y de la cinta del doctor, que rodeaba tu cabeza). Bueno, digamos entonces que los resultados aproximados son que estás midiendo 81 cm y pesando 10.9 kilos.

Tengo que contarte también que has aprendido a bailar. Claro, aún sin caminar totalmente (porque a gatear no le quieres hacer mucho caso, pero te mueres de ganas de pararte y de mantenerte en pie, y ya estás dando tus primeros pasos ayudada por nosotros), pero tu mamita te ha enseñado a mover los brazos hacia arriba y hacia abajo, de forma intercalada. Imagínate la escena: estamos almorzando los tres y comienza un comercial de un programa que te gusta. Automáticamente, levantas el brazo derecho, lo bajas y levantas el izquierdo y así sucesivamente, mientras tu cabeza va hacia un lado y hacia el otro. ¡No sabes lo linda que se te ve! aún no he podido filmarte, pero espero hacerlo dentro de poco.

Hablando de programas que te gustan: en mi última carta te prometí contarte qué programas de televisión te gustan. Pensando en eso, decidí robarle algunas horas al trabajo y conseguir algunos videos para que los vieras. No son todos los programas que te gustan, pero sí los tres que más ves.

El primero, que te encanta (y que incluso a tu mamita y a mí nos gusta mucho, sobre todo por la adaptación de las piezas musicales) se llama Backyardigans. Trata de las aventuras imaginarias de un grupo de cinco niños (bueno, son animalitos pequeños, pero digamos que son niños) que se juntan a jugar el patio trasero de sus casas, que comparten un área común que es un gran jardín. Mientras están allí, se imaginan en un sinfín de situaciones, en los que son desde personajes mitológicos hasta extraterrestres. Mira, esta es la introducción del programa:



Otro programa que te gusta mucho se llama Lazy Town. Es la historia de un pueblito en que todos eran -justamente- ociosos, hasta la llegada de una niña y del superhéroe de la historia, que se llama Sportacus. Mira, encontré justamente el primer capítulo para ponerlo en tu carta. Perdona que casi al final aparezcan unas letras con un nombre medio raro, pero fue añadido por la persona que originalmente subió los videos a internet.







No pude aguantarme y subí esta canción, que a tu mamita y a mí, por ver el programa contigo, se nos pegó por su ritmo pegajoso. Se llama "Somos piratas".



Finalmente, otro programa que te llama la atención es Hi5. Es un programa de juegos y estimulación conducido por un grupo de cinco chicos que cuando cantan y bailan provocan que no puedas dejar de verlos. Aquí una de sus canciones, "Cinco Sentidos".



Quedan varios que también te han llamado la atención, pero dejemos por ahora a estos tres, que son los principales para ti (en realidad, ya no sólo para ti, porque si antes tu mamita y yo veíamos sobre todo noticieros, ahora hasta sabemos de memoria el horario de Backyardigans y comentamos lo que pasó en tal o cual capítulo. Así nos cambiaste la vida).

Estamos a punto de terminar octubre, y luego de ello sólo faltará un tris para terminar el año. El 2010 es un año que tiene muchos proyectos para nosotros, pero dependerá finalmente de lo que Papá Dios piense que es lo mejor para nuestra familia. En Él hemos puesto nuestras tres vidas, así que veremos qué es lo que dispone.

Que este segundo año, mi vida, sea mejor que el anterior. Que crezcas sana, fuerte, buena y feliz. Te queremos muchísimo.

Tu papá.
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jueves, 13 de agosto de 2009

Chús

Mi hijita hermosa,

Poco a poco te vas soltando y tu vocabulario y tus gestos van aumentando. Tanto así que hay días en que llego tarde a la oficina porque simplemente no puedo terminar de despedirme de ti. ¿Cómo así? pues en la mañana, luego de ducharme y cambiarme, me despido de tu mamita y de ti, en un orden que casi nunca cambia: a tu mamita le doy un beso, le digo que nos vemos más tarde, me acerco a ti, te doy un beso en la frente y te digo "chao, mi amor". Cuando me voy alejando, extiendo una mano hacia ti y te hago el gesto de despedida. A veces sólo te me quedas mirando, pero la mayoría de ocasiones sonríes, extiendes la mano y la mueves de un lado a otro, despidiéndote también. Ahora ya estoy forzándome a salir, pero hasta hace poco no me aguantaba, regresaba a ti, te cargaba, te daba otro beso y te volvía a dejar en tu cama. Y me despedía de nuevo... y a veces la escena se repetía. ¡Cuántas veces eso ha significado llegar media hora tarde a trabajar! sin embargo, el recuerdo de tu carita con una sonrisa dibujada en ella mientras me haces adiós compensa cualquier problema que hubiera podido haber luego.


Estos días han pasado cosas muy curiosas. Ayer, por ejemplo, cuando estábamos terminando el día y luego de bañarte y ponerte pijama, tu mamita se sentó en la cama y te puso en su regazo para que lactaras y durmieras (y para que luego ella misma pudiera comer y ducharse), pero luego de dos minutos aparentemente decidiste que ya era suficiente y te incorporaste. Tu mamita y yo nos fastidiamos un poco -hay que confesarlo- porque cuando te duermes ambos podemos dedicarnos a poner las cosas de la casa en orden, y mientras estás despierta sólo uno de los dos puede ocuparse de los quehaceres. En fin, te decía que te sentaste. Luego me miraste y sonreíste. Tu mamita te dijo "Alessia, ¿no vas a tomar más leche, no?" y yo, con mi cara seria, te miré y te dije con voz firme: "Alessia, toma tu leche".

Volviste a sonreir sin mirar a tu mamita, que había quedado detrás tuyo luego de bajarte de la almohada que estaba sobre sus piernas, y entonces lo lanzaste:

- Eche.

Tu mamita abrió más los ojos, levantando las cejas y tapándose la boca para que no se le notara la risa, pues se suponía que nos estábamos poniendo serios y tú habías decidido decir "leche" en tu media lengua pequeñita. Yo miré a tu mamita, aguantándome las ganas de reír, y luego volví a mirarte.

- Alessia, tu leche.
- Eche.
- ¿No vas a tomar tu leche, amor?
- Eche.

¿Qué íbamos a poder aguantarnos? tu mamita te abrazó desde atrás, yo dije "¡bravo! sí, 'leche'". "¿Qué vamos a poder enojarnos con ella?" me preguntó tu mamita. Yo me limité a asentir con la cabeza sonriendo contento y con ganas que ya hables más.

Algo parecido pasó hace pocos días pero para lo cual no tenemos ninguna explicación, pues no te habíamos enseñado nada al respecto. Como para cuando leas esto no vas a recordar nada de donde estamos viviendo, debo decirte que en nuestro cuarto hay una cómoda que a un extremo tiene la televisión y al otro un florero que tiene al pie tres cosas: la primera es un marco de madera con plata, muy chiquito y muy bonito, que tiene una foto tuya de cuando tenías unos cuatro o cinco meses. Las otras dos son "fotos" más grandes: una contiene a la Sagrada Familia y la otra a José con Jesús cuando niño. Siempre, por algún motivo, estas tres cosas te han llamado la atención.

Pero fue en una ocasión en la que te tenía cargada que sucedió una cosa que se ha repetido unas cuantas veces y que no deja de sorprenderme. Mientras estábamos al lado de la cómoda, extendiste la mano hacia el florero y el grupo de imágenes, como queriendo cogerlas. Te acerqué un poco más hacia ellas, y viendo cómo les prestabas atención, señalé la imagen de José y Jesús y te pregunté:

- ¿Quién es?

Sin mirarme, y sin despegar la vista del cuadro, respondiste:

- Chús.
- (¡¿QUÉ?!) ¿Quién?
- Chús.

Tu mamita, que estaba con nosotros en el cuarto, se acercó y te abrazamos, entre sorprendidos y alegres. Llamamos por teléfono a las dos abuelas para contarles, y ambas se pusieron felices. Luego, y como era obvio, tu mamita y yo conversamos del tema. Ninguno de los dos recuerda haberte dicho algo al respecto o haberte enseñado alguna imagen diciéndote a quién representaba. Como te dije alguna vez, sé que tengo memoria de hormiga y la razón me dice que en algún momento debo haberlo hecho (o tu mamita). No por eso deja de entuasiasmarnos. Por algún motivo, y no creo que sea sólo por la felicidad de ser tus papás, tu mamita y yo estamos convencidos que tú tienes algo muy importante por hacer aquí. ¿Qué cosa, referido a qué? sólo Papá Dios, que te cuida y te quiere mucho más que nosotros incluso, lo sabe.

No fue un hecho aislado, a pesar de todo. La escena se repitió en casa de mis papás, tus abuelitos Amanda y Manolo. Estábamos en su cuarto, en donde hay un cuadro del Corazón de Jesús, que también te llama la atención cada vez que vamos. En esa ocasión, te tenía cargada tu abuelita, e igual estiraste la mano hacia la imagen. Tu abuelita te acercó y te preguntó lo mismo.

- Alessia, ¿quién es?
- Chús.

"¡Sí, dice 'Jesús'!" dijo tu abuelita. No volviste a decirlo esa noche, a pesar de todo lo que te repreguntaron (supongo que debes haber estado pensando "¿qué pasa? ¿no hablo claro? ¡ya les dije!"). Desde entonces, han sido contadas las veces en que lo has vuelto a decir, aunque te siguen llamando la atención las "fotos" y el cuadro en la casa de tus "abus".


Ah, hijita linda... tu papá no puede escribirte muy seguido, pero cuando lo hace se entusiasma. Yo quería contarte, además de estas dos cosas, qué programas en la televisión te gustan, y también sobre las pequeñas cancioncitas que mamita compuso para hacerte reír en determinados momentos. El problema es que mis manos, una vez que empiezan a escribirte, toman vida propia y no me hacen caso cuando les pido resumir. Te prometo entonces contarte todo lo anterior en mi siguiente carta.

Te adoro, hijita de mi corazón.

Tu papá.
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viernes, 31 de julio de 2009

Azul, rojo

Hijita linda,

No quiero dejar pasar tanto tiempo como antes, así que -robándole unos minutos a la oficina- voy a aprovechar para contarte que el martes y miércoles que pasé contigo en casa gracias a las fiestas patrias me sorprendiste de nuevo: has empezado a reconocer los colores por su nombre.

Puedo decir, orgullosamente, que tengo mi parte de crédito de ello. Estuve utilizando desde hace varios meses un juguete tuyo con forma de xilófono pero que en vez de un palito para tocar consta de ruedas dentadas de colores que al girar hacen sonar las láminas de metal. Míralo, está en la foto que aparece aquí al lado. Entonces, cada vez que jugaba contigo, te señalaba las ruedas una por una y te decía "¡Alessia, los colores! mira: lila, rojo, naranja, amarillo, azul" y tú mirabas el xilófono y me mirabas a mí, subiendo y bajando esos ojos inmensos y escuchándome atentamente. Nunca me respondiste ni me diste nada a entender, hasta que por supuesto, entró a tallar tu mamita.

Ella ya me había visto enseñándote los colores, así que -inspirada seguramente por todos los libros sobre estimulación temprana que está leyendo- decidió concentrarse en dos: el rojo y el azul, los dos colores que más te llaman la atención. Así, el 28 de julio, mientras yo estaba en otro lado de la casa (en la cocina creo, que me toca cuando estoy con ustedes) tu mamita me llama y me dice "Gianmarco, ven, mira". Cuando llego, tu mamita te dice "Alessia, señálame el azul. ¿Cuál es el azul?". Mientras hablaba, fijaste tu mirada en tu mamita y luego, lentamente, pusiste tu manecita sobre la rueda azul. No lo podía creer; miré a tu mamita con incredulidad. "Nooo... a ver, otra vez". "A ver Ale, otra vez para papito. ¿Cuál es el azul? ¿el azul?" y nuevamente señalaste la ruedita. Sobra decir que estallamos en bravos y aplausos, y como siempre, no me pude aguantar y te cargué y te estampé un beso en el cachete. ¡Qué orgullo! ¿Será normal que a tus casi 10 meses hagas eso? no lo sé. Lo que sí sé es que soy yo el que va a empezar a usar baberos por tu causa.

La de hoy es sólo una nota corta. Me quedo con ganas de escribirte y de contarte acerca de lo que te gusta ver por televisión, pero eso ya será en la siguiente carta porque estoy saliendo a almorzar contigo y con tu mamita. Es mi respiro del día y lo que me da fuerzas para continuar.

Te quiero mucho,

Tu papá.


lunes, 27 de julio de 2009

¡(R)Evolucionas!

Hijita mía,

Finalmente, me he obligado a escribirte y dejar a un lado las cosas de la oficina luego de ver un video que hace tiempo me envió un amigo. Se llama "canción de cuna" y es justamente eso. No pude evitar entonces dejar lo que estaba haciendo aquí en la oficina y ponerme a escribirte un rato, pidiéndote otra vez, como ya lo hice en algunas otras cartas, perdón por no haber escrito desde hace semanas. Estaba pensando si no sería mejor empezar a hacerte notas cortas en vez de las cartas largas que te escribo. No lo sé, será cuestión de pensarlo. Tal vez pueda hacer una mixtura de ambas cosas, ya veremos.

Comenzaré enseñándote el video del que te hablo líneas más arriba; ojalá te guste. Creo que resume muy bien lo que un papá recién estrenado siente y tiene en la cabeza.




Bueno, bueno. Para cuando leas esto, seguramente estarás pensando "qué pegajoso era mi papá". Sí, qué le voy a hacer. Te adoro y adoro a tu mamita; me es inevitable.

Desde inicios de junio, que fue la última vez que te escribí (¡qué barbaridad!) han pasado varias cosas. En ese momento olvidé contarte, por ejemplo, que estuviste enferma el primer cumpleaños que tu mamá pasaba contigo en brazos. Un resfriado muy fuerte hacía que no te pararan de salir moquitos por la nariz, y tu mamita tenía el corazón en un hilo porque cada vez que quería sacártelos, llorabas de tal manera que parecía que te estuvieran matando. Algún día te contaremos los malabares que hacíamos para poder sacártelos sin que los vecinos pensaran que estábamos matándote.

Afortunadamente, no dices ya sólo "papá", sino también "mamá". Y no sabes cómo se enternece tu mamita cada vez que te escucha decirlo. Sin embargo, siempre hay un pero: por algún motivo (tal vez porque te es más fácil decirlo) dices "papá" con cierta constancia, pero "mamá" sólo cuando estás enojada o llorando porque algo te incomoda. Hace unos días tu mamita te dejó en el cuarto unos segundos porque necesitaba ir a buscar algo para ti, y luego de salir escuchó claramente cómo la llamabas con un tono de exigencia increíble: "¡¡¡MAMÁ!!!". Bien lo dijo tu tía Charo, hermana de tu abuelo Javier: tú no pides, demandas.

El tanto enseñarte a contar (incluso desde la barriga) ha rendido sus frutos. Desde pocos días luego de nacer, siempre hice lo mismo: me ponía frente a ti con los dos puños cerrados y los dedos en dirección tuya, y empezaba: "A ver Ale, ¿te acuerdas de los números? uno (levantaba el pulgar de la mano derecha), dos (el índice), tres, cuatro, cinco..." y siempre me miras y te ríes cuando llego a diez, que es donde me detengo. Hace unas semanas, lo hice como siempre: "¡Alessia, los números! uno..." te me quedaste mirando, y cuando estaba empezando a levantar el índice derecho, dijiste "dos... tes". Me quedé asombrado, mirándote primero a ti y luego a tu mamita. "¡Muy bien, Alessia!". Me quedé feliz. Aún no pasa lo mismo con las vocales, pero cuando llego a la U siempre te ríes. Creo que te parece chistoso su sonido. Y aunque no digas nada, no importa. Basta que te rías al final para que lo haga de nuevo.

Ese avance está muy ligado a tus mejoras en la vocalización. A mediados de mayo nos sorprendiste cuando de pronto nos soltaste "atatatatata" seguido de la risa tan linda que tienes. Ahora es inevitable decirte también "¡Alessia! atatatata..." para que lo repitas. Lo más reciente en cuanto a este tema se ha dado hace pocos días, cuando luego de ver algunos DVDs de estimulación temprana que tenemos en la casa, empezaras a hacer sonidos con la lengua (y hablando de lengua, ahora que me acuerdo, todos nos reímos cada vez que por algún motivo decides poner la lengua entre los labios y hacer "prrrrrt". ¡Parece que le estuvieras sacando la lengua a alguien! y no ha sido pocas veces con que ha coincidido con la pregunta de alguien: "Alessia ¿quieres ir a tal sitio?". Miras con tus ojazos, sacas la lengua, la presionas entre los labios, y "¡¡¡PRRRRT!!!"). Creo que tengo algún video grabado con el celular en el que apareces aquí. Voy a ver más tarde si lo encuentro.

Como te pareces mucho a tu mamita, siempre la fastidio diciéndole que has sacado casi todo de ella (y le digo que, orgullosamente, tu nuca es mía). Y ahora más aún, cuando no sólo has aprendido a sonreir cada vez que alguien te enfoca con una cámara, sino que ha pasado que cuando has estado llorando por algun motivo y alguien te quiere filmar o tomar una foto, inmediatamente paras de llorar, miras a la cámara y se escucha tu "jijiji". Así como con tu mamá, parece que nadie nunca logrará verte mal.

Para terminar este pequeño resumen de lo que ha estado pasando (sólo lo más resaltante, porque han habido varias cosas más, pero no quiero aburrirte escribiéndote sobre cada detalle) te diré que hay un jueguito que te encanta: el "¿dónde está?". Consiste en cubrirte la cara con un paño o una "babita" (la tela que nos ponemos en el hombro para cargarte) y decirte "¿dónde está Alessia? ¿dónde está?". Inmediatamente te sacas el pañito y te carcajeas como sólo tú sabes hacerlo. Luego vienen las variaciones, claro: "¿dónde está papá?" y "¿dónde está mamá?" que terminan cuando retiras el paño de nuestra cara, e igual te ríes, como sorprendiéndonos mientras estábamos escondidos. Después, invariablemente, terminamos abrazándote y besándote a dos cachetes. No se necesita mucho para ser feliz contigo, ¿sabías?.

Algo un poco más actual: has pegado un pequeño estirón, y ahora estás midiendo 77 cm y pesas 10.2 kilos. Dentro de pocos días cumplirás ya 10 meses, y en unas semanas más cumplirás tu primer año con nosotros, el año más feliz que hayamos podido tener en nuestras vidas tu mamita y yo.

A veces ambos nos sentamos a conversar y compartimos nuestro nerviosismo por todo lo que se viene, por cómo queremos educarte, cómo queremos enseñarte a protegerte y a enfrentar a este mundo. Nos contamos qué nos gustaría enseñarte, cómo quisiéramos que te educaras, cómo queremos que te relaciones con ambas familias, qué valores queremos enseñarte. Y hay tanto que nos gustaría que aprendieras y que vivieras que no sé si te alcanzaría la vida para que lo hagas. Pero así somos los papás, soñadores con todo lo que algún día sus hijos harán. Sin embargo, será finalmente Papá Dios quien te llevará por el mejor camino, quien elegirá qué experiencias deberás tener para que puedas ser mejor persona y en quien finalmente confiaremos para que seas feliz, porque aunque nosotros te queramos como un millón, Él te ama como cientos de miles de millones. Y me quedo corto.

Eres mi vida, hijita.

Tu papá.

sábado, 6 de junio de 2009

Escucha mi voz, Alessia

Mi querida princesita,

Acaba de terminar mayo y yo mismo pensé que tendría tiempo de sobra para escribirte, porque salí de vacaciones (¡las primeras en catorce años!). Sin embargo, los hechos me han demostrado que el estar en casa y compartir los quehaceres y el atenderte con tu mamita no son un trabajo fácil.

Da la impresión que estas últimas semanas hubieras decidido apurarte en aprender. Hace unos días nos diste una gran sorpresa cuando, estando echada boca arriba, tomaste impulso y quedaste boca abajo. Ya hace algún tiempo te habíamos estado colocando en esa posición para que te ejercites, pero era la primera vez que lo hacías por cuenta propia. Ahora, cada vez que te quedas dormida en la cama de mamita y mía, estás rodeada por el doble de almohadas. Y digo el doble porque ya antes estabas rodeada por un grupo, hasta que tu mamita un día entró al cuarto, vió que te habías despertado y que sostenías una parte de la almohada por encima tuyo mientras te reías. Además de todo, saliste hecha una fortachona.



Has aprendido también a pedir que te den leche sin llorar (lo que no implica que no llores en otras ocasiones). Un día tu mamita estaba echada junto contigo en la cama y tú la estabas mirando. Extendiste una mano, como quien va a acariciarla, y tocaste su pecho. No sé si será instinto o qué (a veces los papás no sabemos mucho de esto) pero tu mamita supo que querías comer y te dio de lactar. Ahora el evento se repite cada vez que tienes hambre y ambas están en la cama. Sólo te falta hacer señas...

Pero a falta de señas, tenemos la música. Hemos descubierto que influye mucho en ti. Tal vez sea porque desde que estabas en la pancita de tu mamá ella se quedaba dormida mientras sobre su barriga se abrían enormemente unos auriculares por los que intentábamos que escuches a Mozart, Chopin y algunos otros más, y cuando ella estuvo yendo a la psicoprofilaxis de parto (¿te acuerdas de esa palabra rara?) le enseñaron algunas canciones para que te las cantara.

Pero comenzaré contándote que contigo continúa una tradición musical que ha pasado de generación en generación en la familia de tu mamita. Se trata de una canción que tu mamita te canta, que fue cantada primero por la Mamina (tu bisabuelita, abuelita de tu mamá) a sus hijas; luego tu abuelita Elba se la cantó a tu mamita y ahora ella te canta a ti. Cuando te echa en su regazo y comienza a entonarla, te la quedas mirando con tus inmensos ojos marrones, como escuchando muy atentamente la letra, e invariablemente te ríes cuando termina. Se llama Muñequita Linda.





Muñequita linda
de cabellos de oro
de dientes de perla
labios de rubí

Dime si me quieres
como yo te quiero
dime si me adoras
como yo a ti

A veces escucho
un eco divino
que envuelto en la brisa
parece decir

"Yo te quiero mucho
mucho, mucho, mucho
tanto como entonces
siempre hasta morir"

¿La recordarás dentro de algunos años? ojalá que sí. Se crea un ambiente de una bonita intimidad entre tu mamita y tú cuando te la canta, y quiera Papá Dios que ello se conserve a lo largo del tiempo.

Hace poco tu mamita consiguió un libro que se llama Música y Canciones para Estimular al Bebé desde la Gestación hasta los Dos Años (sí, un nombre larguísimo) de una señora que se llama Maribel Flores. El libro vino con un disco con varias canciones, pero hay dos que te gustan muchísimo. La primera se llama Escucha mi voz y aunque fue escrita para ser cantada mientras el bebé está todavía en la pancita de mamá, te gusta tanto que cuando escuchas las primeras notas una gran sonrisa se te dibuja en la cara y comienzas a carcajearte. No es para menos, la canción es preciosa, más aún cuando tu mamita te toma en brazos y te la canta.




Escucha mi voz, bebé
escucha mi voz, bebé
yo soy tu mamá
yo soy tu mamá

Oyes mi corazón
oyes mi corazón
oye también mi canción
oye también mi canción

Canto y canto por ti
ya te imagino aquí
puedo sentirte dentro
y tú me sientes a mí

La segunda está orientada a preparar a los niños para la llegada de un hermanito, y aunque no recuerdo su nombre original ahora, la llamaremos Hola, hermanitos.




Hola hermanitos
yo soy el bebé
y estoy muy contento porque...

Contigo jugaré
y tú me enseñarás
las cosas que hay en el mundo
juntos

Y yo tu amigo seré
y junto a ti creceré
y seré muy feliz
y seré muy feliz

Saldremos a pasear
jugaremos pelota
y algunas travesuras
qué divertido va a ser

Hola, hermanitos
yo soy el bebé
y quiero decirles que...
los quiero mucho

Tu pobre mamita a veces no se acuerda cómo es la canción original porque tiene en la mente mi propia versión, haciendo la voz del niño. Sólo imagínate la escena y entenderás por qué (cuando leas esto, por favor no me vayas a pedir que lo repita).

Mayo fue un hermoso mes, y han pasado tantas cosas contigo, que tuve que pedirle a tu mamita ayuda para listar todo en un papel y escribirlo hoy. Pero tu papá sigue teniendo memoria de hormiga y dejó la lista en la sala, así que ya te contaré más la semana que viene.

Te quiero mucho, mi muñequita linda.

Tu papá.

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miércoles, 29 de abril de 2009

Con un plato al frente, por primera vez

Chiquitita linda,

El tiempo pasa de prisa y hace menos de una semana llegó el día que con tu mamita estábamos esperando hace mucho: el de tu primera comida. Fue toda una experiencia llena de expectativa previa, pues nosotros habíamos conversado qué cosa haríamos cuando empezaras a comer. Personalmente (y lo repetí hasta la saciedad en la casa de tus abuelos Manolo y Amanda, en casa de tu abuela Elba y en fonde fuera) yo quería -quiero- tomarte una foto comiendo tus primeros tallarines. Tal vez sea porque en esencia los tallarines son siempre un poco más difíciles de comer que otras comidas -nunca sabes cuándo un tallarín va a dar un latigazo antes de entrar a tu boca y salpicarte con un poco de salsa- y porque sé que ese día tú misma estarás inundada hasta la coronilla de salsa, pero una foto tuya con un fideo pegado en el cachete y la salsa alrededor de tus labios es algo que no tendrá precio.

Pero la foto con tallarines deberá esperar un tiempo más. Tu pediatra nos explicó que como tu estómago ha recibido exclusivamente la leche de tu mamita, debe pasar un período de transición para acostumbrarse a la comida normal, así que todo este período deberá ser de frutas y papillas. Él nos escribió el listado de lo que debías comer todo este mes hasta tu siguiente consulta y tu mamita pegó esa lista en la refrigeradora para tenerla siempre presente. Yo tenía la intención de fotografiarla y mostrártela aquí, pero tu papá tiene memoria de hormiguita y se le ha olvidado ya un par de veces. Sin embargo, la he leído tanto que no creo equivocarme si te cuento qué contiene.

Lo que nos escribió tu doctor en la lista fue lo siguiente:

9 de la mañana. Fruta aplastada o licuada con partes iguales de agua. ¿Qué frutas? nos lo dividió así:
  • Primera semana: granadilla.
  • Segunda semana: plátano.
  • Tercera semana: pera.
  • Cuarta semana: melocotón.
Mañana debes estar empezando ya con el plátano. ¿Te gustará? seguramente un poco más que la granadilla, que al parecer no te gustó mucho pues cuando tu mamita te la dio a probar pusiste una cara de "¡¿qué cosa es esto?!". Tu mamita añadió un poco de leche materna y la mezcla se te hizo mucho más pasable.

Mediodía. Una papilla muy suave compuesta por:
  • Pollo, 40 gramos (cuando nos dijo esto el doctor, tu mamita y yo nos miramos a la cara. ¿Cuánto era eso de pollo? ¿una cucharadita? ¿una cucharada? ¿unas hilachas? ¿una mitad de la mitad de pechuga? ¿un cuarto de la mitad de la pechuga? ya luego él mismo nos contó que era más o menos lo que cabía en una cuchara de sopa).
  • Una papa amarilla pequeña.
  • Un poco de zanahoria.
  • Un poco de zapallo.
La primera vez que la preparó, tu mamita la probó, me miró y me dijo: "no está mal, sólo necesita un poco de sal" (claro, bajo el caso de que se la comiera ella, no para ti). Yo me negué rotundamente a probarla. Le tengo cierta animadversión a la comida licuada desde que tu tío Christian, cuando era muy pequeño, comía todo licuado "porque su huequito de la garganta era muy chiquito" y a mí me daba no sé qué ver el mejunje licuado que había en su plato y que él se comía con tanto gusto. Pero ya te contaré esa historia en alguna otra carta.

5 de la tarde. Otra papilla pero esta vez compuesta de una mazamorra de maicena (fécula de maíz) mezclada con un cereal de arroz para bebés. Te diré que cuando tu mamita te la da de comer, es notorio que esta última te gusta mucho más que la de tu almuerzo, tal vez porque es un poco más dulce.

El doctor nos dijo algo más: que todo esto era complemento de la leche que te daba tu mamita. Es decir, todavía debías seguir lactando.

Siempre me quedaré con la espina de no haber podido tomarte ninguna foto en la que fue la primera comida de tu vida, que fue tu primer desayuno. Tu mamita y yo lo habíamos planeado con antelación, pero a veces las cosas no salen como uno quiere y el día anterior yo dejé mi cámara de fotos en la oficina. Ni siquiera pude usar mi celular porque estaba en reparación. En fin... no todo estaba perdido porque aún faltaban tu primer almuerzo y tu primera cena, así que a medio día me escapé del trabajo armado ahora sí con la cámara, y finalmente tuve la oportunidad (gracias a tu mamita, que retrasó un poco tus horarios de comida para que yo pudiera estar con ustedes) de darte de comer tanto en el almuerzo como en la cena. Fue un momento lleno de curiosidad, de alegría, de novedad, y por sobre todo, de papilla.




¿Notaste que tenías papilla hasta por las orejas?

Supongo que tu menú cambiará el mes que viene y podrás comer otras cosas. Papepe (el abuelito de tu mamita, ¿recuerdas?) deberá esperar también su turno, pues dijo que ya quería comerse contigo unos frijoles con arroz y carne. Lo bueno es que falta poco para poder verte feliz, sonriendo y embarrada de tallarines. Lo malo es que a tu mamita no le gusta mucho la idea, pero si tú no le dices nada... yo tampoco. ¿Es un trato?

Te quiero mucho.

Tu papá.
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viernes, 24 de abril de 2009

"P...papá"

Hijita mía,

No me extenderé mucho hoy. Sólo quiero contarte que me has dado hace poco uno de los momentos más emocionantes desde que llegaste a nuestra vida: escuché tu voz. No es que no haya oído antes tus balbuceos, tus grititos ni tus vocalizaciones, sino que el sonido que emites pronunciando una palabra es totalmente distinto al de cualquier otro que salga de tu garganta (y eso lo sabe bien cualquier papá o mamá). Sí, hace casi una semana me llamaste "papá".

Nos tomaste de improviso. Tu mamita y yo espérabamos que sucediera aún dentro de algunas semanas, pero ya nos dimos cuenta nuevamente que quien dispone de tus tiempos eres tú misma; a nosotros sólo nos queda enseñarte y esperar.

Fue de noche. Yo había llegado de la oficina con algunas cosas que había comprado en el supermercado, y como casi siempre hago, no las dejé en la cocina sino que me pasé directamente al cuarto a saludar a ambas. Al igual que cada vez que llego y las saludo desde la puerta, tu mamita me escuchó y empezó a decirte "¡Hijita! ¿quién ha llegado? ¡papá! ¡papá!" provocando esa sonrisa que hace que tus ojos se pongan chinitos y que no pueda aguantarme las ganas de cargarte y saludarte con un beso. Esta ocasión no fue distinta, y luego de darles un abrazo a las dos, me fui a dejar las bolsas en el repostero con la intención de regresar para guardarlas luego de cambiarme.

Estaba terminando de colocar la última bolsa al lado del microondas cuando escuché la voz urgida de tu mamita llamándome: "¡Gianmarco! ¡ven rápido! ¡ven!". "Puf" dije, "ya se metió algún bicho al cuarto" y me dispuse a asumir mi rol de Caballero Mata-Monstruos del que te hablé hace algunas cartas. Sin embargo, el motivo era muy distinto.

"¡Amor, Alessia dijo 'papá'!" "¿qué?" "¡Alessia dijo 'papá'!" "No amor, te has equivocado, está muy chiquita todavía" "¡la acabo de escuchar!" "te ha parecido" concluyó el sabelotodo de tu padre. Tu mamita me miró y me dijo "mira, sal del cuarto un ratito". Complacientemente, salí y me coloqué detrás del muro, de tal manera que no me vieras. Y tu mamita te dijo: "¿Dónde está papá? ¿a dónde se ha ido? ¡llámalo para que esté con nosotras! ¡'papá, papá'!"

- Ppp... pa... pá.

Entré al cuarto hecho un remolino, tanto que creo que en un primer momento te asusté. Te cogí en brazos, bajo la mirada sonriente de tu mamita, y te levanté hasta que tus ojos estuvieron a la misma altura que los míos. Si te asustaste, no te duró mucho, porque con los abrazos y los besos que te di comenzaste a sonreir. Incluso ahora recuerdo que parecía que tú misma te hubieras dado cuenta de la magnitud de lo que pasó, porque estabas especialmente entusiasmada, sonriendo, dando pataditas y casi saltando mientras te tenía cargada. Tu mamá se rió cuando no me aguanté y te dije "¡despiértame todo lo que quieras en la noche, no importa, dime 'papá' nada más!". Luego de la primera oleada de entusiasmo, lo intentamos de nuevo y salí del cuarto por segunda vez.

- ¿Dónde está papá, hijita? ¡llámalo, dile que venga! ¡'papá, papá'!
- Ppp... pa... pá.

Sólo diré que la escena anterior se repitió casi enteramente. Llamamos a los abuelitos, que se alegraron mucho -aunque me parece que al principio, igual que yo, no se la creyeron-. Tu abuelita Elba nos sorprendió al día siguiente con un nuevo juego de bits (las láminas con fotos que pasamos sucesivamente delante de tus ojos, nombrando el objeto que allí aparecen, para estimular tu aprendizaje) porque "mi nieta es una superdotada". Bueno, aún no podemos saber eso, pero ya tienes una idea de lo que provocó tu primera palabra en la familia.

Sólo has vuelto a llamarme esporádicamente. Sé que poco a poco lo irás diciendo más seguido, así que sólo me queda tener paciencia. Hubo una cosa que me apenó dentro de todo: que tu primera palabra no hubiera sido "mamá". No por falsa modestia, sino porque es tu mamita la que durante nueve meses te llevó en su pancita con mucho esfuerzo y a veces dolor; la que tuvo el trabajo de traerte al mundo; la que día a día y noche a noche, agotada, se levanta para jugar contigo, cuidarte y darte de lactar. Por ahí me dijeron que es porque decir "papá" es más fácil para los bebés que decir "mamá". Sea como sea, espero que pronto puedas llamar a tu mamita. No sé, pero tal vez no lo has dicho aún porque lo mejor siempre se reserva para cerrar lo bueno con broche de oro.

Te quiero mucho,

Tu papá.

martes, 14 de abril de 2009

... Y de policías

Mi preciosa,

Tengo que saldar un asunto pendiente contigo. ¿Recuerdas la ocasión en la que te conté sobre los gorgojos y las arañas? te dije al comenzar que habían un par de cosas curiosas que quería decirte y al final terminé sólo narrando una. Bueno, he aquí la otra.

Resulta que unos días antes de escribirte esa carta -creo que la primera semana de febrero- estábamos en el auto de Papepe (el abuelito de tu mamá) tu mamita, tú y yo, que conducía. Era de noche y no recuerdo a dónde estábamos yendo. El auto de tu bisabuelito estaba tuerto, porque a pesar que había salido hacía poco de un taller, tenía algún problema eléctrico que hacía que sólo funcionara el faro izquierdo. Pero no teníamos mucho en cuenta el asunto porque no teníamos problemas de visibilidad.

Lamentablemente los únicos que no daban importancia al tema fuimos nosotros. Cuando doblamos una calle y entramos a una avenida, nos dimos de cara con un grupo de policías que inmediatamente hicieron sonar un silbato y nos señalaron que debíamos estacionar a un lado. Me quedé tranquilo, porque no tenía qué temer; en el peor de los casos, nos multarían por tener una luz mala. Estacioné unos metros más allá y vi por el retrovisor cómo el policía se acercaba caminando lentamente. Llegó a mi puerta y bajé la luna.

- Buenas noches, señor. Licencia de conducir y tarjeta de propiedad, por favor.
- Un momento.

Saqué mi billetera del bolsillo de atrás del pantalón y le extendí la licencia, que el policía inmediatamente se puso a examinar. Ahora, la tarjeta de propiedad. Oh, oh... ¿dónde guardaba Papepe la tarjeta? tu mamita y yo sólo sabíamos que era en un compartimento semi secreto por la zona del timón, que se camufla perfectamente con el resto de la consola, por si los ladrones. Mal momento para que no pueda ser detectada. Mientras me desgañitaba tratando de ubicar el bendito cajoncito secreto bajo las indicaciones de tu mamita (que ya empezaba a ponerse nerviosa) el policía se inclinó hasta la altura de la ventana y me dijo:

- Señor, su licencia ha vencido hace un mes.
- ¿¿¿Qué???

Le pedí la licencia para revisarla, y efectivamente, la fatídica fecha de caducidad de la licencia había sido el 13 de enero del 2009. Fue allí donde mi actitud sufrió un bajón, pues -correcta o equivocadamente, aún no lo sé- siempre me he comportado entre indiferente y desafiante con los policías, pues desgraciadamente muchos de ellos detienen los autos e inventan excusas o agrandan las faltas para pedir dinero a cambio de no llevar el auto al depósito municipal. Y yo nunca estuve dispuesto a pagar ni un centavo de sobornos.

- Caray, disculpe, se me pasó la fecha de renovación...
- La tarjeta de propiedad, por favor -me dijo como si no me hubiera escuchado, y proseguí mi búsqueda en base a tanteos en el tablero y especulaciones con tu mamita.

De pronto fue ella quien habló dirigiéndose al policía:

- Señor, por favor, mi hijita está enferma, no puede estar aquí (lo cual no era una mentira, pues tú habías tenido algo de calentura hacía muy poco).
- Disculpe señora, yo no tengo modo de saber si están en una emergencia o no, sólo estoy cumpliendo mi trabajo -y de nuevo se dirigió a mí- Tarjeta de propiedad, por favor.

Yo, que seguía buscando, me ponía cada vez más nervioso porque no daba con el bendito compartimento ese. Ya no sabía en dónde buscar. Sabía que el no tener la tarjeta es una falta grave, y ya serían dos junto con el hecho de conducir con la licencia vencida. Ya me imaginaba regresando a la casa de tu abuelo en taxi y teniendo que decirle a tu abuelo, con la cara de vergüenza más grande del mundo, que la policía se había llevado su auto. De pronto, tu mamita exclamó en voz alta, con la intención que el policía la escuche:

- ¡Gianmarco, dile por favor al policía que no podemos estar así, que la bebe está enferma!
- Un minuto por favor, estoy buscando la tarjeta...
- ¡No, dile de una vez! ¡si algo le pasa a mi hija, ellos no van a asumir la responsabilidad!
- Amor, por favor, necesito la tarjeta. Llama por el celular nuevamente para ver si te contestan (tu mamita había estado llamando a todo el mundo y no le contestaban, para colmo)
- ¡Gianmarco! ¡habla con el señor!

Dios, empecé a sudar frío. Por un lado, tenía al policía impaciente casi golpeteando el piso con un pie en espera de que le diera la dichosa tarjeta; por otro, tu mamita exigiéndome casi a voz en cuello que hable con él y que lo convenza. Por si fuera poco, los nervios hacían que me cocinara de calor y me sintiera empapado en la frente y debajo de la camisa. Cuando parecía que no faltaba nada más...

- ¡Buaaa!

Sea por el griterío o por la temperatura, empezaste a llorar. Tu mamita cogió uno de tus juguetes y empezó a moverlo frente a ti mientras seguía insistiendo con que no podíamos estar así, pero tú no sólo no dejaste de llorar, sino que aumentaste progresivamente el volumen hasta que se armó un pequeño escándalo. Yo, que no sabía qué hacer, seguía buscando -ya sin esperanzas, sólo haciendo como que de verdad buscaba- el lugar donde la tarjeta estaba guardada.

- ¡Buaaa!
- ¡Alessia! ¿ya ves, Gianmarco? ¿ve, señor? ¡no podemos estar así!
- ¡Buaaa!
- Ya hijita, ya. ¡Por favor Gianmarco, dile que nos escolte a la clínica si quiere! (¿¿¿a la clínica???)
- ¡Buaaa!

Tal vez cansado de la situación, o más bien creo que compadecido de la mía, el policía se agachó nuevamente y me devolvió la licencia.

- Continúe, señor. Su hija tiene que ir a descansar.

Sorprendido, sólo atiné a darle las gracias, a arrancar y a irnos. Apenas empezamos a movernos, dejaste de llorar, y tu mamita fue la primera en hablar.

- Amor, perdóname, sé que te he estresado y te he hecho sentir mal. Nada de lo que te dije fue con la intención de presionarte, sino que lo hice a propósito para que el policía nos dejara ir (no por nada tu mamita es buena abogada). No tenía modo de hacértelo saber con él al lado. Alessia, como si hubiera sabido y hubiera querido ayudar, se puso a llorar. Ahora mírala.

Volteé y sí, parecía que hubieras querido apoyar a tu mamita. Ahora estabas feliz de la vida haciendo risitas con el juguete al que hacía menos de cinco minutos no habías querido hacer caso y mirando a tu mamá mientras te regodeabas de contenta.

Creo que tu mamita y tú serán dentro de poco unas grandes cómplices. Y yo seré el feliz afectado y súbdito voluntario de los complots de dos hermosas reinas.

Te quiero mucho,

Tu papá.
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martes, 17 de marzo de 2009

La mayor felicidad está en una corbata de papel

Hijita linda,

Sólo puedo sonreír cuando recuerdo todo lo que pasó este último fin de semana. El viernes 13 (y con eso se demuestra que no es día de mala suerte) fue mi cumpleaños, el primero que paso teniéndote a mi lado. No diré entonces que es el primero como papá, porque ese fue el año pasado, cuando apenas tenías un par de meses de estar creciendo en la pancita de tu mamá. Lo que sí diré es que es uno de los mejores cumpleaños de mi vida, porque he disfrutado por primera vez del regalo de Papá Dios que es ser también papá en un día como este.

Debo comenzar contándote que en el interín entre esta carta y la anterior nos hemos mudado. Ya no estamos en la casa a la que llegaste luego de nacer, sino en otra, que nos permite estar más cerca de nuestras familias y de mi oficina. De eso hace un par de semanas, y el proceso de mudanza fue bastante pesado. Incluso ahora no hemos terminado de instalarnos porque hicimos que pintaran y barnizaran algunas paredes y armarios, y eso ha impedido que guardemos todo en su sitio. Pero ya dentro de muy poco nuestra nueva sala estará libre de bolsas y cajas.

Por mi trabajo, el único momento que tu mamita y yo podemos dedicar a organizar juntos el departamento es durante la noche. Y así lo hacemos, a pesar que ello implica que nos acostemos un poco más tarde y terminemos un poco más cansados. La noche del jueves 12 no fue distinta: luego que tu mamita me saludara a las doce de la noche, arreglamos algunas cosas y a las dos de la mañana decidimos que ya era suficiente y que era mejor irnos a dormir. Cuando por fin íbamos a acostarnos, algo que me llamó la atención pero a lo que no di mayor importancia fue que aunque tenía sueño tu mamita no se durmió primero que yo, sino que estaba en la cama sentada y cargándote. Yo me eché a su lado con la intención de ver un poco de televisión, pero fue la sensación de apoyar la cabeza en la almohada lo último que recuerdo. Casi instantáneamente, me dormí.

La mañana siguiente, aún algo dormido, abrí un poco los ojos y alcancé a ver a tu mamita contigo en brazos saliendo del cuarto. Como mi despertador aún no había sonado y no te había escuchado llorar, supuse que todo estaba bien y me dormí de nuevo. En lo que para mí fueron unos segundos (y luego supe que fue como media hora), me despertó la voz de tu mamita cantando: "haaappy biiirthdaaay tooo youuu... haaappy biiirthdaaay tooo youu". Aún dormido, me incorporé y me senté en la cama. Como a través de una niebla, vi que tu mamita te había preparado un gorrito de fiesta, y lo más increíble, una tarjetita y una corbata de papel a nombre tuyo. En mi media consciencia, cogí el celular y esto fue lo que registré.




Luego fue tu mamita la que tomó el celular y nos tomó esta foto. Perdóname la cara y la facha, pero como te comenté, acababa de despertarme.

¿Qué mejor manera de comenzar un día como ese? no pude hacer más que abrazarlas. Y fue allí donde una vez más me di cuenta que no importa si tengo o no plata en el banco, o cuántos muebles tengo en la casa, o qué marca es mi auto. Soy multimillonario porque tengo lo más valioso del mundo: tu mamita y tú, y nada se puede comparar con eso, y no hay dinero capaz de comprar el amor de una mujer y de una hija saludándote por tu cumpleaños.

Te quiero muchísimo. Espero que Papá Dios me conceda pasar muchos más cumpleaños contigo y recibir de parte tuya y de tu mamita una tarjeta y una corbata de papel. Ya descubrí que no necesito más para ser feliz.

Tu papá.


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viernes, 13 de febrero de 2009

De gorgojos y arañas

Mi hijita hermosa,

Parece que la noche es mi aliada para escribirte. Racional y físicamente, siento muchas ganas de meterme en la cama a dormir, como lo están haciendo ahora tu mamita (que se quedó dormida muy rápidamente por el cansancio) y tú. Sin embargo, y como ya ha pasado antes, las ganas de escribirte son más fuertes y no quiero forzarlas a desaparecer, porque estos días han ocurrido un par de cosas curiosas que quiero contarte.


En casa de tu abuelita Amanda, el último fin de semana


Comenzaré diciendo que aunque ya te lo había contado antes, debo decirte nuevamente que desde la noche en que tu mamita y yo supimos que venías, te encargamos a Papá Dios. No para desentendernos de nuestra labor como papás, sino porque sabíamos el tremendo trabajo que se nos venía encima, y aunque lo hiciéramos con todo el amor del que fuéramos capaces, necesitábamos de Su ayuda. Desde entonces, y casi todos los días, cuando comemos juntos oramos un poquito y pedimos por ti, para que Papito Dios te cuide, te haga crecer sana, inteligente y buena. También pedimos por nosotros, para que nos de la inteligencia, la sabiduría y la fuerza suficientes para ser buenos papás para ti. Y desde esa primera vez, y todos los días, sabemos que Él está contigo y que te protege a través nuestro. Y a veces, a pesar nuestro.

Perdóname si a veces me extiendo en este tema, a riesgo de parecerte anticuado o medio loco. Confío en Papá Dios y sé que Él un día se hará el encontradizo contigo, y entenderás todo esto. Pero bueno: ¿qué tiene que ver todo esto con lo que te iba a contar?

Para cuando leas esto no recordarás nada de lo que vivimos ahora, así que para que entiendas la situación, imagínate esto: el departamento en el que ahora vivimos queda frente a un gran jardín, casi como un pequeño parque, que es de propiedad de un hospital. En ese jardín, como es lógico, viven muchos insectos. Y cuando llega la noche, esos insectos se sienten atraídos por la luz que sale de nuestras ventanas, que se quedan abiertas para evitar en algo el calor del verano. Y es entonces donde aprovechan en colarse, buscando sin cesar la fuente de luz que los atrajo.

La gran mayoría de ocasiones, los insectos que llegan a entrar son gorgojos. Estos son como pequeños escarabajos de más o menos un centímetro de largo que -hasta donde sé- son inofensivos, pero que son bastante molestos porque nos recuerdan constantemente su presencia dándose golpes contra las ventanas y volando pegados al techo, como si buscaran algún tragaluz. El ruido que producen no nos permite descansar y varias veces he tenido que levantarme a matarlos. Y no son pocos: en ocasiones he llegado a contar 5 ó 6 pequeños gorgojos muertos en el piso luego de aplastarlos con una revista.

Como te decía, los gorgojos son inofensivos. Si no fuera por el ruido que hacen, probablemente no les haríamos caso, porque ni siquiera se acercan a nosotros y más bien nos evitan. Lo único que hacen es, además de hacer ruido, buscar un sitio cómodo donde ponerse a disfrutar la luz. De todas maneras a tu mamita le aterran, así que hago de Caballero Mata-Monstruos cada vez que ella ve uno.

Hace algunas noches, tu mamita estaba sentada en la cama dándote de lactar. Te tenía en el regazo con los pies apoyados en el suelo, y a su lado estaba una pequeña manta, regalo de una amiga de ella, sobre la que iba a echarte luego que terminaras de tomar tu leche y te quedaras probablemente dormida. Yo aún no había llegado de la oficina, pero ya estaba en camino.

Todo iba bien hasta que de pronto... problemas. Un gorgojo dándose de golpes en el techo. Venciendo su temor, tu mamita decidió quedarse en su sitio (yo varias veces le había dicho que no tuviera miedo, porque no hacían nada) y siguió dándote de lactar, sin dejar de mirar cada cinco o siete segundos al insecto que parecía que iba a terminar descabezado (o al menos con un gran dolor de cabeza) luego de todos los golpes que se daba. Y así pasaron un par de minutos.

Entonces, el gorgojo se comenzó a mover más frenéticamente, de un lado al otro, siempre en el techo. Tu mamita lo seguía mirando, pero -pobrecita ella- bien plantada en su sitio mientras tú lactabas, a pesar de su miedo. Y el gorgojo dale y dale contra el techo, dando la impresión de que se había vuelto loco, y tu mamita contigo en brazos esperando que terminaras para levantarse y hacer desaparecer al bicho ese con una revista; así la estaba hartando. Me imagino la situación ahora, unos días después que tu mamita me lo contara, y me imagino que el momento sería algo así como de una tensa calma.

De pronto, esa calma se rompió y pasó algo que nunca había sucedido: el gorgojo voló directamente a la cabeza de tu mamita, rebotó en ella y salió volando de nuevo, girando alrededor y dirigiéndose nuevamente al techo. Ya te podrás imaginar la reacción de ella: se encogió contigo en brazos y con la mano que tenía libre trató de espantar al gorgojo, con una mezcla tal de asco y rabia que no aguantó. Dirigió la mano libre hacia la manta, que era el objeto más próximo que tenía, con la intención de aplastarlo. La levantó y...

Una araña marrón, que con las patas medía más o menos como el gorgojo, cayó de la manta al suelo. Tu mamita, muerta de miedo, se olvidó del gorgojo e intentó pisar a la araña, pero ésta se escabulló por debajo de la cama. Era suficiente: salió del cuarto y se quedó cargándote en el comedor hasta que llegué y me contó todo.

Lo que sigue fue simple: a tu papá le tocó casi desarmar el cuarto con la aspiradora en la mano (todo Caballero Mata-Monstruos que se precie de serlo debe tener un buen arma disponible), deshaciendo la cama, sacando las mesitas de noche, tu cuna portátil y la mesa del televisor, hasta que la encontré en una rendija y la araña acabó sus días aspirada. Luego armé todo de nuevo y por fin tu mamita y tú regresaron al cuarto. Nunca pude encontrar al gorgojo que, de algún modo, evitó que tu mamita te pusiera en la manta en la que estaba la araña.

Surgieron entonces las preguntas. ¿Existen las casualidades? ¿por qué precisamente esa noche un gorgojo tenía que comportarse tan raro, moviéndose con una prisa inusitada? ¿quería advertir algo? ¿se cansó de que tu mamita no le hiciera caso y la "atacó"? Puede que a pesar de todo alguien piense que todo lo que pasó fue casualidad. Para nosotros no. Para tu mamita y para mí, fue un pequeño milagro, una muestra del amor de Papá Dios que nos dice que también te está cuidando, una señal que nos hace saber que nuestras oraciones son escuchadas.

Desde esa noche, me siento mucho más acompañado en nuestra labor de cuidarte. Y desde ese momento, tampoco mato a los gorgojos: los encierro en la mano y los suelto en la ventana.

Te adoro, hijita linda.

Tu papá.

PD: Escribí al inicio que te iba a contar un par de cosas, ¿verdad? bueno... la segunda queda para la siguiente carta.
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sábado, 7 de febrero de 2009

Moquitos y carcajadas

(Sábado 7, 2:25 am)

Mi querida hijita,

He pasado todos estos días sintiendo la necesidad de escribirte y frustrándome cada vez que las circunstancias no me lo permitían. He sentido la urgencia de estar todo lo cerca que pudiera de tu mamita, que por quererte tanto -y por la poca experiencia que tenemos como papás- se siente tan preocupada por ti y por tu bienestar, que a veces se olvida de sí misma y deja el descanso de lado. ¿Cómo podría sentarme a escribirte una carta teniéndola al frente, agotada y tratando a pesar de todo de seguir adelante ocupándose de ti, sea para cambiarte el pañal, bañarte o incluso darte de lactar, cosa que -jamás se me hubiera ocurrido antes- es agotadora? No hubiera podido. Es inevitable dejar mis cosas de lado y ocuparme también de ti, solo o compartiendo labores con ella (como en el caso de tu baño diario). Es la única manera en que puede relajarse un poco.

Es por eso que me tienes esta noche escribiéndote. Son casi las dos y media de la mañana del sábado, y mientras tú estás en tu cuna portátil y tu mamita está en nuestra cama echada descansando algo, yo te escribo mientras tengo como sonido de fondo la lavadora. Sí, a veces el mejor momento para lavar es de noche, cuando hemos terminado ya de dedicarnos a ti y volteamos el rostro hacia la casa, que es otra de nuestras ocupaciones principales.

Tu mamita y yo estamos planeando mudarnos. La zona en la que estamos está cerca al mar (en línea recta, creo que no llega ni a los 800 metros) y el calor es a veces sofocante. Eso, mezclado con la mayor necesidad de estar más cerca tanto de la familia de tu mamita como de la mía, nos han hecho decidir que -con algo de pena, porque esta casa tiene muchos recuerdos- es hora de buscar algo nuevo. Y está bien, porque es para mejorar.

*****

Sábado 07 de febrero, 9.22 am. Parece que hubieras esperado que pusiera el punto aparte del párrafo anterior para despertarte. Me levanté de la silla, y aunque traté de tranquilizarte para no despertar a tu mamita, era obvio que tenías hambre (y eso lamentablemente es algo que la naturaleza no permite que los hombres solucionemos cuando se trata de lactancia exclusiva). Tu mamita se sentó en la cama con la espalda apoyada en la cabecera y yo me encargué de acercarte a ella. Veinticinco minutos después ya habías terminado, estabas durmiendo de nuevo y eso quería decir que era ahora nuestro turno. Dejé entonces esta carta pendiente, prometiéndome retomarla al día siguiente robándole algunos minutos a la oficina. Y aquí estoy, hijita.

La semana pasada fue el cumpleaños de tu bisabuelita Amanda, mamá de tu abuelita Amanda y abuelita mía. Como siempre, fuiste (al menos por ratos) el centro de atención de la reunión, demostrando una capacidad increíble para sonreírle a todo el mundo sin fastidiarte ni llorar. Como respuesta, recibiste varios besos, abrazos y cargadas, pero también algo que nadie se dio cuenta y de lo cual nos percatamos tu mamita y yo un par de días después: un resfriado.

Si no me equivoco, fue el lunes cuando los primeros síntomas comenzaron. Te empezamos a notar algo decaída, y cuando tu mamita te trajo a mi oficina para encargarse de unos escritos que había que presentar, fuiste languideciendo como si te estuvieras marchitando. Llegó un momento en el que te quedaste dormida, y luego que yo regresara después de salir a comprar un termómetro, te tomamos la temperatura y supimos que estabas con un poco más de 37º C. Técnicamente eso no es fiebre, pero igual nos preocupamos. ¿Crees que tu mamita pudo sentarse para revisar algo de lo que había ido a ver? no, nada. Al cabo de un rato, llamamos a un taxi y se embarcó de regreso a la casa.

Desde ese día (hasta esta mañana incluso, aunque ya estás un poco mejor) hemos sentido por ratos tu nariz con moquitos. La calentura bajó luego de algunas gotas de medicamento y lo que más alivio nos dio fue que poco a poco recuperaste tu vitalidad -claro, tu nariz nos seguía recordando de vez en cuando que aún no estabas del todo sana, pero tus risas y balbuceos regresaron a la normalidad. Bueno, en realidad no: esta semana, te superaste a ti misma.

Fue hace unos tres o cuatro días, cuando fuimos a la casa de tu tía Charo, hermana del papá de tu mamita. Fuimos a conocer (y me incluyo porque yo tampoco la conocía) a otra hermana suya que había venido de viaje y a la que llaman Monina (no me preguntes su nombre real, olvidé averiguarlo). ¿Recuerdas cuando te conté que en Navidad habías estado calmada en brazos de tu tía Pilar un buen rato? bueno, esta vez mientras estabas en casa de tu tía Charo no sólo estuviste tranquila, sino que te reíste de tan buena gana que tu mamita y yo escuchamos tus primeras carcajadas. Afortunadamente Viviana, novia de tu tío Gabriel (e hijo de Charo) estaba allí y con una cámara grabó algunos momentos.




Llegaste para cambiar nuestras vidas. Y mira cómo las has cambiado: hace poco más de un año, tu mamita y yo salíamos casi cada fin de semana a algún lado. Este fin de semana, tú tienes dos fiestitas de hijos de amigos nuestros que cumplen un año. Dos. Y tus papás, ni una. Cómo cambian los papeles, ¿no?

Te queremos muchísimo.

Tu papá.