jueves, 13 de agosto de 2009

Chús

Mi hijita hermosa,

Poco a poco te vas soltando y tu vocabulario y tus gestos van aumentando. Tanto así que hay días en que llego tarde a la oficina porque simplemente no puedo terminar de despedirme de ti. ¿Cómo así? pues en la mañana, luego de ducharme y cambiarme, me despido de tu mamita y de ti, en un orden que casi nunca cambia: a tu mamita le doy un beso, le digo que nos vemos más tarde, me acerco a ti, te doy un beso en la frente y te digo "chao, mi amor". Cuando me voy alejando, extiendo una mano hacia ti y te hago el gesto de despedida. A veces sólo te me quedas mirando, pero la mayoría de ocasiones sonríes, extiendes la mano y la mueves de un lado a otro, despidiéndote también. Ahora ya estoy forzándome a salir, pero hasta hace poco no me aguantaba, regresaba a ti, te cargaba, te daba otro beso y te volvía a dejar en tu cama. Y me despedía de nuevo... y a veces la escena se repetía. ¡Cuántas veces eso ha significado llegar media hora tarde a trabajar! sin embargo, el recuerdo de tu carita con una sonrisa dibujada en ella mientras me haces adiós compensa cualquier problema que hubiera podido haber luego.


Estos días han pasado cosas muy curiosas. Ayer, por ejemplo, cuando estábamos terminando el día y luego de bañarte y ponerte pijama, tu mamita se sentó en la cama y te puso en su regazo para que lactaras y durmieras (y para que luego ella misma pudiera comer y ducharse), pero luego de dos minutos aparentemente decidiste que ya era suficiente y te incorporaste. Tu mamita y yo nos fastidiamos un poco -hay que confesarlo- porque cuando te duermes ambos podemos dedicarnos a poner las cosas de la casa en orden, y mientras estás despierta sólo uno de los dos puede ocuparse de los quehaceres. En fin, te decía que te sentaste. Luego me miraste y sonreíste. Tu mamita te dijo "Alessia, ¿no vas a tomar más leche, no?" y yo, con mi cara seria, te miré y te dije con voz firme: "Alessia, toma tu leche".

Volviste a sonreir sin mirar a tu mamita, que había quedado detrás tuyo luego de bajarte de la almohada que estaba sobre sus piernas, y entonces lo lanzaste:

- Eche.

Tu mamita abrió más los ojos, levantando las cejas y tapándose la boca para que no se le notara la risa, pues se suponía que nos estábamos poniendo serios y tú habías decidido decir "leche" en tu media lengua pequeñita. Yo miré a tu mamita, aguantándome las ganas de reír, y luego volví a mirarte.

- Alessia, tu leche.
- Eche.
- ¿No vas a tomar tu leche, amor?
- Eche.

¿Qué íbamos a poder aguantarnos? tu mamita te abrazó desde atrás, yo dije "¡bravo! sí, 'leche'". "¿Qué vamos a poder enojarnos con ella?" me preguntó tu mamita. Yo me limité a asentir con la cabeza sonriendo contento y con ganas que ya hables más.

Algo parecido pasó hace pocos días pero para lo cual no tenemos ninguna explicación, pues no te habíamos enseñado nada al respecto. Como para cuando leas esto no vas a recordar nada de donde estamos viviendo, debo decirte que en nuestro cuarto hay una cómoda que a un extremo tiene la televisión y al otro un florero que tiene al pie tres cosas: la primera es un marco de madera con plata, muy chiquito y muy bonito, que tiene una foto tuya de cuando tenías unos cuatro o cinco meses. Las otras dos son "fotos" más grandes: una contiene a la Sagrada Familia y la otra a José con Jesús cuando niño. Siempre, por algún motivo, estas tres cosas te han llamado la atención.

Pero fue en una ocasión en la que te tenía cargada que sucedió una cosa que se ha repetido unas cuantas veces y que no deja de sorprenderme. Mientras estábamos al lado de la cómoda, extendiste la mano hacia el florero y el grupo de imágenes, como queriendo cogerlas. Te acerqué un poco más hacia ellas, y viendo cómo les prestabas atención, señalé la imagen de José y Jesús y te pregunté:

- ¿Quién es?

Sin mirarme, y sin despegar la vista del cuadro, respondiste:

- Chús.
- (¡¿QUÉ?!) ¿Quién?
- Chús.

Tu mamita, que estaba con nosotros en el cuarto, se acercó y te abrazamos, entre sorprendidos y alegres. Llamamos por teléfono a las dos abuelas para contarles, y ambas se pusieron felices. Luego, y como era obvio, tu mamita y yo conversamos del tema. Ninguno de los dos recuerda haberte dicho algo al respecto o haberte enseñado alguna imagen diciéndote a quién representaba. Como te dije alguna vez, sé que tengo memoria de hormiga y la razón me dice que en algún momento debo haberlo hecho (o tu mamita). No por eso deja de entuasiasmarnos. Por algún motivo, y no creo que sea sólo por la felicidad de ser tus papás, tu mamita y yo estamos convencidos que tú tienes algo muy importante por hacer aquí. ¿Qué cosa, referido a qué? sólo Papá Dios, que te cuida y te quiere mucho más que nosotros incluso, lo sabe.

No fue un hecho aislado, a pesar de todo. La escena se repitió en casa de mis papás, tus abuelitos Amanda y Manolo. Estábamos en su cuarto, en donde hay un cuadro del Corazón de Jesús, que también te llama la atención cada vez que vamos. En esa ocasión, te tenía cargada tu abuelita, e igual estiraste la mano hacia la imagen. Tu abuelita te acercó y te preguntó lo mismo.

- Alessia, ¿quién es?
- Chús.

"¡Sí, dice 'Jesús'!" dijo tu abuelita. No volviste a decirlo esa noche, a pesar de todo lo que te repreguntaron (supongo que debes haber estado pensando "¿qué pasa? ¿no hablo claro? ¡ya les dije!"). Desde entonces, han sido contadas las veces en que lo has vuelto a decir, aunque te siguen llamando la atención las "fotos" y el cuadro en la casa de tus "abus".


Ah, hijita linda... tu papá no puede escribirte muy seguido, pero cuando lo hace se entusiasma. Yo quería contarte, además de estas dos cosas, qué programas en la televisión te gustan, y también sobre las pequeñas cancioncitas que mamita compuso para hacerte reír en determinados momentos. El problema es que mis manos, una vez que empiezan a escribirte, toman vida propia y no me hacen caso cuando les pido resumir. Te prometo entonces contarte todo lo anterior en mi siguiente carta.

Te adoro, hijita de mi corazón.

Tu papá.
Tags Blogalaxia: