sábado, 16 de agosto de 2008

La espera desespera (y también duele un poco)

Hijita mía,

Faltan menos de dos meses para que al fin te podamos tener en brazos. Desde que supimos que Papá Dios nos había dado el regalo de tu venida, supimos también que la fecha probable de tu futuro cumpleaños sería entre el 12 y 14 de octubre. De eso estábamos seguros hasta la última vez que tu mamá vio a la doctora que la está cuidando mientras tú creces y creces. Ahora... ya no estamos tan seguros.

Resulta que en esa ocasión la doctora nos dijo que estabas muy grande, que habías crecido muchísimo y que estabas muy sana. Es más, nos dijo que aunque tu edad era 24 semanas (6 meses) tenías físicamente el tamaño de una bebé de 27 semanas. Es decir, que tenías el tamaño que tendría normalmente un bebé de 7 meses. Un mes puede no hacer mucha diferencia para un adulto e incluso para un niño, pero para un bebé que está en la barriguita de su mamá... sí que la hace.

Entonces la doctora nos dijo que podían pasar dos cosas: una, que decidas nacer antes de lo previsto y probablemente dando a luz de forma natural, como quiere tu mamá. O dos, decides que las cosas son cuando deben ser y naces en la fecha programada. Pero para ese entonces puede que seas tan grande que la doctora tenga que operar a tu mamita para que nazcas sin problemas. Aún no tenemos modo de saber qué pasará. Este lunes, dentro de dos días, iremos nuevamente donde la doctora a que nos cuente cómo estás, así que tal vez tengamos alguna noticia nueva.

Tu llegada, incluso aún antes de nacer, ha cambiado nuestras vidas en varias formas. Por ejemplo, tu mamita ya no puede dormir bien. La espalda le duele mucho por el peso de la pancita y por esa misma pancita tampoco puede dormir boca abajo, como a ella siempre le ha gustado. Pero no te asustes ni te apenes, porque es un dolorcito que ella sobrelleva con mucho amor. Ahora, más que antes, la despiertas durante la noche con tus pataditas y tus movimientos, y el sueño se le va y tiene que prender la televisión para distraerse en algo (conversar conmigo no puede, porque yo estoy durmiendo como un tronco al costado y a ella le da pena despertarme). Desde hace algunas semanas se ha hecho ya frecuente que tu mamá recién pueda dormir como a las siete de la mañana, hora en la que yo me levanto y a veces la encuentro en la computadora, o viendo la TV como te dije antes, o mirándome. En ocasiones ella se siente mal por no poder hacer una cosa u otra debido al dolor, pero también se siente feliz de llevarte dentro de sí. Son sentimientos encontrados en los que la alegría de tenerte, como te dije antes, se sobrepone a todo el resto.

Pero no todo lo que es relacionado con su barriguita es dolor, también es motivo de risas. Tu mamá y yo nos reímos cada vez que vemos que su ombligo se ha puesto chinito porque la piel de la barriguita se está estirando. Cuando está echada en la cama y quiere pararse, los dos nos carcajeamos porque parece una tortuguita con la panza hacia arriba, que se mueve y se mueve y no se puede voltear. O cuando llegamos a la casa la tengo que ayudar a quitarse los zapatos porque con la pancita no llega a tocarse los pies, y ella se ríe cuando me dice "ayúdameee... ¡no puedo!". En una de estas ocasiones, en las que estaba intentando quitarse las medias, fue cuando se le ocurrió un apodo en base a una película animada que han estrenado hace unos días. ¿Cómo así? imagínate esta escena: tu mamá está sentada en la cama y está estirando la pierna para que su mano pueda alcanzar su pie. Ahora mira este afiche:



Fue así como nació "Kung Fu Panza", la nueva heroína que es mi esposa y es tu mamá.

El martes que viene, al día siguiente que visitemos a la doctora, tu mamá irá también a aprender cosas que le servirán para el momento de tu llegada. Le van a enseñar cómo respirar para relajarse, algunos ejercicios que la ayudarán para ese momento y algunas otras cosas más que no sé y que ella tendrá que contarme porque yo, con todo el pesar del mundo, no podré acompañarla: las clases son en las mañanas y no tengo modo de salir de la oficina para ir con ella. Me da mucha pena, pero aunque pregunté en varias clínicas por los horarios de la Psicoprofilaxis de Parto (sí, así se llama... nombre complicado, ¿no?) no había ninguno disponible en las noches o los fines de semana. Bueno, como te conté antes, Papá Dios organiza las cosas para algo, así que sólo nos queda seguir trabajando juntos en el resto de cosas y ver luego qué es lo que Él tiene dispuesto para nosotros.

Sea cual sea el momento en que leas esto, y estemos donde estemos, recuerda que te quiero mucho. La semana próxima te cuento qué nos dijo la doctora.

Te quiero, princesita.

Tu papá.

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sábado, 9 de agosto de 2008

¿Cómo te vas a llamar?

Mi princesita,

Hoy es sábado y aunque ya son casi las dos de la tarde, no he podido evitar el quedarme un rato más en la oficina para escribirte. Sé que tu mamá está en casa bañándose y cambiándose para que cuando yo llegue vayamos a comer a la casa de su mamá, tu abuelita Elba. Aprovechando ese tiempo, quiero contarte una de las cosas que te prometí ayer: la incertidumbre que tenemos acerca de cómo te vas a llamar.

Debo decirte que, literalmente, casi todo el mundo ha metido su cuchara en esta sopa; desde nuestros amigos hasta nuestra familia. Una amiga nuestra incluso ya te llama por uno de los nombres tentativos que tenemos, simplemente porque a ella le gusta y punto. Sí, somos nosotros los que tenemos la decisión final, pero la tarea no es fácil.

¿Por qué? porque no es cuestión de usar cualquier nombre. Si lo fuera, lo más fácil sería llamarte "Juana" y se acabó (con perdón de las Juanas). Pero no, el nombre dice mucho de una persona y hay quien dice que incluso marca el destino que tendrás. Un amigo nuestro, esposo de una amiga de colegio de tu mamá, nos dijo alguna vez, antes que supiéramos que eras niña: "Tienes que imaginarte cómo suena el nombre con el título de 'presidente': 'Presidente Alejandro Guevara Mendieta', por ejemplo. Fuerte, con carácter". No me pareció mala idea. Desde entonces, con un poco más de ganas, buscamos con tu mamá un nombre que a ambos nos guste, que nos parezca dulce pero a la vez recio, con carácter. Obviamente, no es la combinación más fácil de encontrar.


¿Viste la foto? la acabo de tomar. Es el escritorio de mi oficina. La hoja que ves encima de la mesa es un listado de nombres que tu mamá hizo hace algunas semanas, y en el monitor de la computadora que está al lado está el texto que te estoy escribiendo. La lista fue hecha por tu mamá recopilando nombres que habíamos encontrado en internet, que nos habían sugerido y que a nosotros nos gustaban.

Te transcribo los nombres que decían allí, para que sepas dentro de algunos años cuáles eran los que considerábamos para ti:

Abril, Alejandra, Belén, Emilia, Fátima, Flavia, Gracia, Gaia, Denisse, Leticia, Lucía, Miranda, Mia, Paula, Ivanna, Pía, Rafaella, Ariana, Luna, Doménica, Fabiana, Micaela.

Tu tía Fabiola, prima de tu mamá, nos envió un correo electrónico con nombres que a ella le habían gustado y que nos parecieron también sugerencias muy buenas:

Alessia, Arantza, Alessandra, Kiana, Camila, Flavia, Fernanda, Macarena, Nicole, Valentina, Tiara (no incluyo tres repetidos de la lista anterior).

Falta un nombre, Isabella, que a muchos nos gustó pero es muy similar al de una persona con la que tuvimos varios problemas, así que decidimos descartarlo. Todo esto fue una lluvia de ideas, que íbamos depurando mientras más crecía la lista. Este proceso fue (me corrijo: ES, todavía continúa) muy variado, con motivos de todo tipo, desde los graciosos hasta los serios, como este último caso.

A mí me gustó en un primer momento, por ejemplo, Miranda. Siempre me sonó como apellido, pero averiguando por aquí y allá supe que era un también un nombre, y no sonaba feo. Abril quedó descartado cuando le dije a tu mamá "¿y cómo se va a llamar su hermano, Mayo?". Alejandra no le gustó a tu tío Roberto porque tuvo una novia con ese nombre que resultó medio loca. Fátima, Nicole e Ivanna ya los tenía mucha gente, nos dijo tu abuelita Elba. A mí me encantó, y todavía me gusta, Lucía. Rafaella también (es un candidato muy fuerte para tu nombre) aunque hay algunos reparos porque tu primo se llama Rafael. Gaia se descartó porque sonaba como "gallo". A tu mamá le gustó mucho Mía, pero le dije que los chicos te iban a fastidiar el colegio diciéndote "tú eres mía" y la cosa quedó allí. A mí me gusta Doménica, pero tu mamá dice que es muy largo, tu tío Christian dice que es nombre de vieja y a algunos amigos tampoco les gusta. Ariana y Alessia son los nombres de las hijas de un colega mío de la oficina. Y así por el estilo: todos los nombres tienen alguien a quien le gusta y también algún detractor, algún motivo a favor y otro en contra.

Ya te contaré otro día por qué nombre nos decidimos, cómo lo hicimos y cuál fue nuestro motivo. Yo, por ahora, estoy feliz llamándote Mi Preciosa.

Te quiero mucho.

Papá.

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viernes, 8 de agosto de 2008

¡Eres una niña!

Mi hija linda,

He querido escribirte hace ya varias semanas, pero no he sabido darme el tiempo necesario para hacerlo. Esta tarde de viernes sí, aprovechando un poco de tiempo libre en la oficina. Me moría ya de ganas de escribir esta carta, porque muchas cosas han pasado con relación a ti. Entre ellas, dos muy importantes.

La primera es que a fines de febrero tu mamá y yo nos enteramos que venías en camino. Fue una emoción indescriptible, una mezcla de alegría, temor, esperanza y agradecimiento. Y nos enteramos de la manera más curiosa: fuimos al médico porque tu mamá se sentía enferma; pensaba que había comido algo que le había caído mal pues se sentía con mareos y vómitos (otro día te contaré de lo duro que fue para tu mamá esta etapa). Luego de ir a la clínica y pasar un examen, nos dieron la gran noticia.

Empezamos entonces a ir a los controles mensuales en esa misma clínica, en la que dos veces hicieron a tu mamá una ecografía, pero en ninguna de esas ocasiones me pudieron dar una grabación de lo que vimos. Eso fue lo que finalmente hizo que decidiéramos irnos de allí; fue demasiado para mi el ver tus imágenes pateando dentro del vientre de tu mamá y levantando el brazo abriendo y cerrando la mano, como si nos saludaras, para que al final nos dijeran que no había sido posible registrar el video. Se suponía incluso que en la segunda ecografía, en la que tenías ya casi cinco meses, podríamos saber si eras niño o niña. El encargado de la ecografía no fue capaz de decírnoslo.

Luego de pasar esta rabieta (tu mamá te contará luego cómo me puse), una amiga mía me recomendó una clínica de la que ya me habían hablado antes y a la doctora que la había atendido. Le hice caso, y cuando fuimos a que controlaran tu desarrollo, la doctora utilizó un ecógrafo pequeño y nos dijo que probablemente eras una niña. Esto fue lo segundo más increíble que vivimos.

¡Una niña! no puedes ni imaginarte lo que esa noticia era para nosotros. Por mi lado, tu abuelita Amanda tiene tres hijos hombres (tus tíos y yo) y siempre quiso tener una hija. Papá Dios decidió que no fuera así, por lo que ella fue la única mujer de la casa durante muchos años. Lo mismo pasó con tu abuelito Manolo, que también quiso siempre tener una hijita. ¡No sólo eras la primera nieta, sino también la primera mujer después de la abuelita Amanda!

Algo parecido se dio en la casa de tu abuelita Elba. Ella tiene una sola hija, tu mamá, y también eres su primera nieta. Pero lo aún más especial viene de parte de tu bisabuelita Carmen, la mamá de la abuelita Elba, pues no sólo eres la hija de su querida nieta Katia, sino también su primera bisnieta luego de tus primos José Antonio y Rafael.

Pero volvamos a la clínica. Para despejar las dudas, la doctora mandó a tu mamá a hacerse una ecografía "oficial", es decir, una en un aparato más grande y completo, y realizada por un especialista. Pensamos que nos darían cita para otro día, pero tu mamá y yo nos miramos la cara con sorpresa y alegría cuando nos dijeron que el examen podría ser en ese mismo momento, si nos apurábamos (eran casi las ocho y el consultorio de ecografía cerraba a esa hora). Fuimos corriendo -literalmente-, llegamos a tiempo y fue allí donde nos confirmaron la gran noticia: ¡efectivamente, eras una niña!. Llamamos por teléfono a ambas abuelitas: no puedes imaginarte el llanto de emoción y alegría de ambas al darles la noticia. Tu mamá conversó con tu abuelita Elba y yo conversé con la abuelita Amanda. Recuerdo que entre lágrimas ella le dijo a tu mamá, cuando le pasé el teléfono: "¡gracias por darme la hija que nunca tuve!".

Lo segundo mejor para mi de esa noche fue que esta vez sí me dieron un video con tu imagen registrada, tal como yo quería. Lo único malo fue que no tenía audio, pero no me importó: ya te veía, podía casi acariciarte tocando la pantalla, viendo cómo te movías y cómo te chupabas el dedo dentro del vientre de tu mamá. Nunca había manejado el programa de edición de videos que tenía en la computadora de la oficina, pero de algún modo logré manejarlo de forma muy rudimentaria unos días después, una tarde en que me propuse de una vez por todas hacer lo que había proyectado: Le puse algunas canciones que había escuchado y me habían gustado mucho (la primera es la banda sonora de una película, y cuando la escuché supe que sería para mi hija, aunque aún no eras ni un proyecto), la subtitulé y la subí a YouTube. Este fue el resultado:



Perdóname que el título del video diga simplemente "Guevara Mendieta" pero aún hoy, casi dos meses luego de enterarnos que eras una niña, no podemos decidirnos por el nombre. Quiero contarte acerca de todos los nombres que ambas familias han pensado para ti, pero eso ya será en una siguiente carta... tu mamá me espera.
Te quiero mucho, hijita de mi corazón.

Tu papá.

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