miércoles, 6 de febrero de 2008

Papá Dios

Hijito mío,

Aún antes de empezar a escribir este blog, luego que tuviera la idea de hacerlo, pensaba en los temas sobre los que debía escribirte. Y pensé que antes que cualquiera, antes incluso que escribirte de la familia o de la sociedad, debía hablarte de Dios.

¿Por qué sobre Dios? ¿existe? sí, existe. No tengo medios para probártelo. No te lo puedo presentar, no tengo su foto, no tengo grabada su voz; sólo tengo mi vida para enseñarte qué es lo que Él hizo de ella y cuán feliz, dentro de todos los problemas, puedo ser sabiendo el amor tan grande y el cuidado que tiene por mí, y aún desde ahora, por ti.

De chico, debe haber sido a los cinco o seis años, recuerdo haberle preguntado a mi mamá, tu abuelita, dónde estaba Dios. La respuesta invariable era que estaba en el Cielo. Y yo levantaba la vista, no viendo más que manchas blancas sobre un fondo celeste. Y Dios, por ello, era etéreo. No era más que un concepto filosófico, seguramente el primero que nos enseñan a todos cuando somos pequeños.

¿Quieres que te cuente una cosa? a esa edad también, tu abuelita me decía "no te portes mal, Dios te está viendo". Y yo respondía, con mi lógica infantil: "¡pero si Él está en el cielo! ¡si estoy adentro de la casa, no me puede ver!". En ese momento, ella cambió su argumento a "Dios está en todas partes". Fue uno de esos momentos en los que la mente se queda congelada, tratando de comprender algo importante que a uno le han dicho.

"¿En todas partes?"
"Sí"
"¿En mi cuarto?"
"Sí"
"¿En la sala?"
"Sí..."
"¿En la cocina?"
"¡Sí!"

Entonces, decidí que tendría que hacer mis malacrianzas echado debajo de la cama de mis papás, donde sería imposible que Dios me viera. Ni modo, estando en tantos sitios -y mirando desde el cielo- era difícil que me encontrara allí. Y estuve un tiempo entre la cama y el suelo cuando agarraba los juguetes de alguno de tus tíos sin su permiso, mientras ellos lloraban buscándolos. Me imagino que si Dios hubiera tenido rostro, me habría mirado con una sonrisa tierna, ojos llenos de amor y pensando: "Ay, Gianmaaaarco..."

Pero ese tener que cuidarme de la mirada de Dios creó en mí la idea de que Dios era castigador. Tu abuelita, al igual que todos nosotros, no era perfecta; otro de sus argumentos teológicos era "Dios te va a castigar". Y para un niño no hay mayor miedo que el castigo, que aunque viniera de un ente aún volátil, provocaba que uno se tuviera que portar bien. Por si las moscas, ¿no?.

Crecí entonces con muchos conceptos contradictorios sobre Dios, y más contradictorios sobre la Iglesia Católica. No quiero ponerme a contarte en esta carta lo que me pasó -todavía no, porque cuando te lo cuente probablemente sea bastante largo y no quiero distraerte de lo que quiero que sepas primero- pero luego de ese suceso que marcó un antes y un después en mi vida, empecé a comprender algunas cosas.

Una de ellas, la principal, es que Papá Dios te ama. Mucho, muchísimo, mucho más de lo que te podemos amar tu mamá, tus abuelos, tus tíos, tus amigos y yo juntos. Te amó desde antes que nacieras tú, desde antes que naciera yo, desde antes que hubiera vida en esta Tierra. Para Él no hay tiempo, y Él desde siempre supo que ibas a existir, y desde siempre te quiso. De la misma manera nos quiere a nosotros. Y con tanto amor, sabiendo que es por Él que estamos aquí, le podemos decir "papá". Y ese título Él lo merece mucho más que yo. Si yo te quiero como un millón, Él te ama como cientos de miles de millones. ¡Y me quedo chico con los números!

Por eso, Él no castiga. Si hay cosas que nos pasan, no es porque Papá Dios no nos quiera, sino porque Él deja que nos pasen por algo. Tal vez es para que aprendamos algo, tal vez es para que maduremos, tal vez para que nos hagamos más fuertes, tal vez para que nos hagamos más puros. Es una pena, pero no siempre podemos entender a Dios. Imagínate, si pudiéramos entenderlo, Él ya no sería Dios.

Y sí, Papá Dios está en todas partes. Incluso abajo de la cama. Pero por sobre todo, está dentro de ti. No como lo están tus pulmones, tu estómago o tu cerebro, pero te darás cuenta de ello si intentas estar un rato en silencio, solo, únicamente tú y Él. Con tanto ruido del que nos llena la vida, es difícil encontrar un momento para uno mismo, pero por favor créeme: vale la pena.

Se me vienen muchas más cosas a la mente por decirte, pero ésta es una carta, no una encíclica, así que por ahora me detendré aquí. A veces tengo miedo, y quisiera poder hacer desde ahora lo posible para cuidarte y protegerte. Pero lo cierto es que no es ésa una labor exclusivamente mía. Sólo puedo darte lo mejor de mí, enseñarte lo que sé y dejar que camines solo. Bueno, no solo: con Papá Dios.

Te quiero,

Tu papá.

Tags Blogalaxia: , , , , , , , .

domingo, 3 de febrero de 2008

Hola, hijito

Hola, m'hijo.

Te escribo estas líneas diciéndote "hijo" en general; no sé aún si serás niño o niña. No importa mucho saberlo. El español me obliga a elegir un género para tí, y que use el masculino no implica ni siquiera que yo desee que seas varón. Seas hombre o mujer, serás parte de mí cuando existas, y eso genera en mí una emoción indescriptible. Me emociona saber que algún día te veré, y temo que ello se vuelva en algún momento una constumbre.

Tengo ahora 33 años. Probablemente, para cuando puedas leer esto y comprender estas líneas en su plenitud, yo ya haya pasado los cincuenta. Espero para ese entonces, si aún Dios me da esa gracia, haber podido escribirte mucho, muchísimo más que esta simple entrada en un blog.

Hoy me he quedado solo esperando en mi oficina a quien yo creo que será tu mamá, si Dios así lo dispone. Estoy sentado frente a la computadora, a una que seguramente será muy distinta a la que tú tendrás cuando tengas mi edad, tratando de aclarar mis ideas para que no te sientas confundido si aún a corta edad empiezas a leerme. Tengo mucho qué decirte; sé que tengo poca experiencia, pero me gustaría ir escribiéndola poco a poco. Puede pasar que con el tiempo cambie de ideas y me contradiga en algún tema. No necesariamente estoy loco: sigo aprendiendo y sigo madurando, y estoy seguro que tú podrás sacar tus propias conclusiones al respecto.

Tal vez te estés preguntando "¿De qué me va a hablar?". Corriendo el riesgo de aburrirte, quiero ir volcando aquí tanto las cosas que he aprendido como las que poco a poco iré también conociendo. Quiero conversar contigo y que sepas qué pienso sobre Dios, sobre la familia, sobre tus amigos, sobre la sexualidad, sobre los valores, sobre el estudio... pero no te voy a ir saturando de temas. Los iré ordenando de acuerdo a como los vaya escribiendo.

Seguramente en algún momento -cuando me leas y seas un adolescente- pensarás que soy un anticuado o que lo que pienso no se aplica a tí. En ese momento, sonreiré... yo pensé lo mismo de mis padres, que pensaron a la vez lo mismo de los suyos, y así sucesivamente. Es la misma historia en cada generación, y no es la única: mientras los hijos van ganando criterio, se van dando cuenta que sus papás sí tenían razón en muchas cosas. Pero bueno... cada uno tiene que vivir su propia evolución, y sólo me queda orar para que mi buen Padre Dios te cuide y te guíe siempre.

Te quiero mucho. No sé cuánto pueda legarte el día que yo parta y te deje, pero haz de saber que estaré siempre contigo, aún a través de estas líneas. Si no puedes (o si no quieres) hablar conmigo, recurre a ellas. Yo siempre estaré a tu lado, estés donde estés.

Tu papá.

Tags Blogalaxia: , , , , .